Vivir para lo que se nació

¿Les pasa que cuando leen una novela, ciertas palabras, frases o párrafos perduran en su memoria incluso más que la trama completa o el desenlace? A mí sí, con bastante frecuencia. Son pinceladas, destellos particulares en ciertas páginas, que revelan pizcas de la esencia del autor, de cómo piensa e imagina la vida.
No se asusten. No los aburriré citando ejemplos recogidos de diversas publicaciones. Sólo mencionaré “Esta Historia”, novela de Alessandro Baricco, escritor italiano recomendado por una amiga periodista, que leí hace unos meses.
En cierta parte del libro, Baricco pone en boca de Libero Parri, padre de Ultimo, el protagonista, esta afirmación: “¿Sabe? La gente vive muchos años, pero en realidad está verdaderamente viva sólo cuando consigue hacer aquello para lo que nació. Antes o después no hace otra cosa que esperar o recordar”.
Cómo no subrayar unas líneas tan provocadoras, al igual que estas otras: “El talento verdadero es tener las respuestas cuando todavía no existen las preguntas”, “escribir es una forma sofisticada de silencio” o “qué curioso resulta que la gente sea ya ella misma antes de llegar a serlo”, contenidas también en el mismo libro.
Pero, concordarán conmigo, ¿cuándo diablos sabe uno que está haciendo aquello para lo que nació? ¿Es algo que se siente? Porque pongámonos de acuerdo en un punto fundamental: no es lo mismo sentirse conforme realizando una tarea, a que esa tarea sea la que nos estaba reservada en esta vida.
Ese esperar o recordar de Baricco es pura verdad. La vida de muchas personas transcurre anhelando algún día realizar su gran sueño o añorando tiempos ya idos. Es la tónica moderna de la frustración permanente, culpa en parte del consumismo que cada jornada nos impone nuevas “necesidades” para ser “felices”, en un vivir a medias contaminado por la envidia que nos lleva a desear la vida del otro, el trabajo del otro, los bienes del otro y el sueldo del otro, otro que muchas veces está hastiado de todo eso y más.
En la sociedad de las apariencias, pocos individuos viven satisfechos la suerte que les tocó y a poquísimos les nace desde adentro la sensación de estar cumpliendo su destino. Los más transitan sumidos en la incapacidad de reconocer ese camino y, si por fortuna lo hacen, para decidirse a seguirlo. Claro, no es fácil, más aún hoy cuando el dinero es el villano de la escena, el que nos obliga, si de elegir se trata, a postergar al impredecible corazón y dar paso a la calculadora mente. Y conformen pasan los años, se establecen las rutinas, se asumen roles y crea una historia, más y más cuesta arriba está el sueño, ese que palpita de por vida en el alma.
Por eso, luego de leer “Esta Historia”, imposible no preguntarme si es esto para lo que nací o si todavía estoy esperando o si ya comencé a recordar. La verdad, la verdad, la respuesta no es distinta a lo que pienso respondería la mayoría de la gente ante ese cuestionamiento: siento que aún espero ese “algo”. Además, recordar me suena a callejón sin salida, a término sin vuelta.
Sin embargo, no puedo evitar sentir escalofríos, los mismos que quizás invaden a otras personas, al no saber si estoy verdaderamente vivo; si he conseguido hacer eso para lo que nací. En definitiva, si esta vida es mi historia. Dudas gigantes que ahora complican mis pensamientos, los confunden, al extremo de no poder continuar escribiendo esta crónica.

(Columna publicada originalmente en el diario La Prensa Austral de Punta Arenas en 2009)

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